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Capitulo 11: Peligro

Y la semana sigue pasando. Y llega el viernes, y con el, el primer examen de matemáticas. Lo mas seguro sus pensó.
Seis preguntas, dos problemas. Solo cinco respuestas. Vamos suspenso seguro.
Y las clases siguen pasando. Y llega la hora de francés, y la profesora nos pilla hablando a Alberto y a mí, la única clase que no comparto con Dennise. A Alberto le cambian, le quitan de mi lado, y me jodo, pero por otra parte me alegro. En clase…
-¿Noelia tu con quien te sientas?
-… Pues con nadie, me has quitado a Alberto. –Digo con tono de evidencia
-Ha si, es verdad. – Los chicos de la primera fila se ponen a hablar- Sergio me tienes hasta las narices de estar aquí adelante. Vete para atas con Noelia.
Y sin querer una sonría se dibuja en mi cara 
-Pero como habléis mucho os separo.
Sergio se sienta a mí lado.
-Como te ha vacilado. Si hubiera sido tu la hubiera dicho. ¡No ves que me siento sola subnormal de mierda! No permitiría que te vacilase. – Y lo dice bajito. Y la hora pasa y llega la tarde y todos volvemos a quedar.
Sergio y sus dos amigos, Alberto, Dennise, Zahira, esta vez se une Alba y yo.
Los ocho en un parque cerca de la avenida. Sentados en un banco como podemos.
Unos arriba, otros abajo.
- ¡eh! ¡Vosotros feos!¡ Subnormales! ¡¿Qué hacéis aquí?!
Mario, un chico de segundo de ESO entra en el parque. Es el típico macarrilla del colegio. Rubio, enano, motivado, durillo… y siempre acompañado de chicos que intimidan.
-¡Subnormal tu! Yo al menos no me cambio de colegio por que no me quieren.- Los chicos siguen gritando de un lado al otro del parque. Estos y aquellos.
Un montón de palabras, insultos, adjetivos maleducados corren de un lado al otro del parque, hasta que ellos se hartan de esta distancia que nos separa y se acercan. A paso lento, intimidante, autoritario. Hasta que solo estamos a pocos pasos de distancia.
Mario y sus dos amigos. Nosotras apartadas en una parte del banco para no meterse en esa pelea que parece que se avecina.
-¡eh! ¿Que coño decíais de nosotros? ¿Pipas? ¿Subnormales? ¿Gilipollas? Haber si empezáis a aprender quienes son los pipas aquí.
 Mario el jefe de su grupo, da otra calada a su Malboro y pone pose de duro.
-¿Haber que pasa, que ahora sois unos gallinas? – Mario nos mira uno a uno. Empezando por Alberto y terminando por Zahira.
-A mi no me mires. Que  ninguna de las chicas hemos dicho nada. – Zahira la más valiente de nosotras mira sin miedo a Mario a los ojos.
- Ya  se que vosotras no habéis dicho nada. – Señala a los chicos – Pero ellos si. Venga ¿alguno de vosotros me va a decir quien me ha llamado hijo de puta?
- Eh nosotros eso no te hemos dicho. No somos de esos que llaman putas a las madres. Tenemos respeto por las madres. No tienen la culpa de cómo les halla salido el hijo.- Sergio con un tono de chulería dice esa ultima frase.  Vale no es por ponerme histeria, peor con esta gente el tono chulito no funciona. Creo que se avecina una pelea.
-¿Pero de que vas chaval? ¿Qué te crees el rey del mambo? Que te ago así…-  el chico de la derecha de Mario enciende el mechero- … Y te quemo todo el pelo.
- No, te lo crees tú. – Dice Sergio por lo bajini para que no le oigan.
-¿Perdona?
-Nada que nos vamos a ir.
-Ya de aquí no se va nadie hasta que digáis quien nos ha llamado hijos de puta.- Mario vuelve a dar otra calada a su Malboro.
-Tu Dennise, toca la guitarra.
-¿Qué?
-¿Como que que? Que toques la guitarra- Vuelve a dar otra calada
-Que no la voy a tocar.
-¿Con esas estamos? Haber si ahora no la tocas… - termina su cigarro y se lo lanza a Dee en la sudadera, la sacude rápidamente con una mano y con la otra la estira pareciendo que toca la guitarra como quería Mario.
-¿Has visto que cuando quieres bien que la tocas? – Vuelve a ponerse serio – Me vais a decir de una puta vez, quien coño me ha llamado hijo de puta. Vamos sin miedo que hoy nadie va a morir.
- Que nosotros no os hemos llamado hijos de puta. ¿Cuántas veces os lo tenemos que decir? Vale todo aclarado así que nos vamos.
Pablo se levanta del banco e intenta irse. Pero Mario le agarra del polo y le vuelve a colocar en su sitio. Veo la cara de Pablo y se le nota que esta bastante asustado.
-De aquí nadie se va hasta que digáis quien nos ha llamado hijos de puta.
Me pongo a pensar. Pablo y Juan creo que no han abierto mucho la boca. Así que en todo caso ha sido Sergio o Alberto. Lo que me faltaba, que se pegases con cualquiera de ellos dos. Pero ahora que lo pienso… creo que ha sido Alberto el que les ha insultado.
-Que no os hemos dicho nada de hijos de puta. –Dice Juan con voz cansada.
 Y de repente sin darnos cuneta un amigo de Mario esta detrás del banco, lleva un mechero en la mano. El mismo que el de antes. Lo enciende y se lo acerca a Juan por detrás.
-¡Juan cuidado!- Grito
Pero es tarde. Le prende el pelo, y menos mal que es de los largos y no le llega a tocar la raíz. La diminuta llama sigue corriendo por el pelo. Sergio a su lado la atrapa con dos dedos y la hace desaparecer dejando un olor a pelo quedado y un buen susto en nuestro amigo.
-¿Pero de que vais? ¡Que casi me quemáis el pelo! – Juan alertado grita mientras se toca su pelo por detrás.
Mario se ríe.
-Creo que esto era suficiente. No os pegaremos pero como nos enteremos de quien aya sido. Os llevareis una buena.
-Vámonos anda.
Y todos salimos del parque. Asustados y a la vez aliviados por salir limpios de ese enfrentamiento.
-Bua yo me piro a mi casa que estoy harto de estos mamones hijos de puta. Adiós- Y Alberto de va corriendo avenida arriba hasta su casa.
-Bueno, ¿Entonces nosotros que hacemos?
- Yo sentarme aquí que estoy bastante alterada. – Alba se sienta en las rocas que rodea la parte del cespe.
- ¡Joder no! Ya vuelven.
-Oye ¿como se llama el amiguito vuestro que se ha ido? ¿Alberto verdad? –Pregunta Mario
-Si ¿porque?- Dice Sergio
-Por que esta vez sí que nos ha llamado hijos de puta, y se va a llevar una gorda. Decirle que el miércoles le esperamos en la salida del colegio. Adiós
Y se van. Nosotros muertos de miedo, sin decir una palabra nos miramos todos a todos. Nadie rompe ese silencio que parece eterno. Solo se escucha la respiración agitada de Alba. Hasta que Zahi coje de la mano a Dennise y se la lleva corriendo calle arriba. Por el mismo camino que había hecho Alberto.

Capitulo 10: Añorando la infancia

Clase de matemáticas. No estoy prestando atención a al profesora, total no me voy a enterar de nada aunque atienda.
Mientras tanto escribo en los huecos libres de mi agenda trozos de canciones. De esas que te identificas con su letra, que te gustan simplemente por eso, que sientes que no solo tu tiene esos mismos sentimientos.
Young Killer, XRIZ, Critika... llenan sus canciones los huecos de mi agenda.
Esta hoja es demasiado adornada, otra.
En la siguiente hay un día festivo, escribo en letras grandes con rotuladores de colores:
You ♥ ? A
Y debajo escribo
I ♥ ? S
-Bueno ¿entendéis este ejercicio?- Pregunta la profesora. Un sí grupal suena en la clase.
La pizarra llena de garabatos, as, equis, y números que no tiene sentidos, y todo para averiguar cual es el primer término de una progresión que luego no vale para nada en una vida.
-Profe, profe, ¿puedo ir al baño?- Pregunta Lara, la guarra de la clase.
-Quedan solo quince minutos de clase. Puedes aguantar.
-Que no profe enserio. –si tu suplica, que con lo que es esta no te deja salir.
-Venga ves.- ¿Qué? ¿Qué la Hitler ha dejador salir al baño a alguien de clase? Que fuerte la primera vez. Y encima tenía que ser la guarra de Lara. Sale de la clase. Y la profesora sigue con su clase.
Lara. Esa guarra que no me ha hecho nada, bueno si existir.
Es esa tipa de clase que es una listilla, se sabe todo, se cree la dueña, es una sargenta, mete su nariz en todo, la reina de su pandilla, una asquerosa, y aparte de todo eso es de las más populares.
Vuelvo a escribir en mi agenda. Esta vez una canción con rabia, dedicada a Lara. Puff, aburrida y con sueño apoyo la cabeza en la mesa.
-¿Qué, todavía te dura el pedo de la semana pasada?- Alberto, balanceándose en la silla de alante y apoyado una mano en mi mesa, me mira con cara de burla.
- Ja, ja y ja. Mira que gracioso el niño.- Le saco mi lengua – Que sepas que a mi el resacón solo me dura un día.  Y tampoco bebí tanto, solo estaba un poquito feliz.
-Ya a mí me lo vas a contar.  Joder Noelia que cuando me despedí de ti ibas agarrada del cuello de Juan, que no te podías ni sostener.
- Mentira. Se había manchado la camiseta y me agarraba a el para tapársela.
-¡Ya! A mi no me mientes.
-Bueno ya hemos terminado. –La profesora de Matemáticas empieza a recoger sus cosas.- Hoy no os mando deberes, así que estudiarme para el viernes.
Todos recogemos nuestras cosas para irnos a casa.
-¿Oye hoy sales?- Pregunto mientras me coloco mi mochila rebook azul. Y salimos al patio.
-¡Si hombre! Es miércoles y a de más tengo que ir al Mercadona con mi madre.
- Pues nada. ¿Y tu Alberto? ¿Sales?
-Si, yo si. No hay deberes. ¿Que vamos, solos tu y yo?
-Pues si, porque Dennise dice que se va con su madre al Mercadona.
-Es que si tengo que salir ¿que quieres? Pues si tengo que hacer cosas las hago- dice Dennise con tono enfadado.
-E aquí tranquilita, que solo ha dicho que tú no salías, No lo pagues con ella.
-E no empecéis, que siempre acabáis igual y yo en medio. –Miro a Alberto y le digo – Te paso a buscar a eso de las cinco y media.
-Vale, adiós- Me da un beso en la mejilla y se va.
-De verdad no se como te puede caer tan bien. A mí a veces me estresa.
- Y yo no se como un día estáis bien y al siguiente mal. Sois muy raros.
-E que yo no soy rara es el que…
-Mira no empecemos, no tengo ganas de discutir- digo cortándola.

-¿Bajas?
-Sí, ya bajo
Me apoyo en el coche que esta en el portal de Alberto mientras espero a que baje.
Me doy la vuelta y me miro en el reflejo del cristal. Me coloco mi sudadera azul de Los autos locos, sacudo mis vaqueros pitillos y coloco un poco mi pelo alborotado de la carrera. ¡Lista! Me vuelvo y veo que bajando las últimas escaleras esta Alberto.
Lleva unos vaqueros pitillos más oscuros que los míos. Una chaqueta que tiene igual que Sergio del Inside y con camiseta de cocoloco color amarillo canario.
-Hola
-Hola ¿Qué tal?
-Pues todo igual que…- miro mi reloj- unas tres horas atrás
Alberto suelta una pequeña risotada.
-Que capulla. Bueno ¿a donde vamos?
-Vamos al parque, total hoy no hay mucho que hacer.
Y nos vamos al parque, pero antes paramos en un chino y nos compramos unos flases. El mío de fresa y el suyo de naranja.
El parque, el mismo parque de aquella foto, de aquel primer  de semana de instituto, de aquella primera foto.
 Y nos sentamos dentro de la zona infantil, mientras vemos como niños pequeños se deslizan entre los toboganes, como si estuvieran en el parque de atracciones; Otros bajan por la barra de bomberos jugando a ser profesionales, bomberos que salvan vidas; Y alguno que otro monta en un caballito y juega a ser baquero, cabalgando por el desierto del parque. Y sin darme cuneta me quedo embobada mirando como los niños juegan, como jugaba yo entonces.
- ¿te acuerdas?
- ¿De que?
- Joder Alberto, hijo pareces tonto. Pues de que va a ser – Digo con tono de evidencia – De cuando éramos unos micos como estos. Cuando veíamos a un niño jugando solo con la arena, y sin importarnos si le conocíamos o no nos sentábamos juntos a jugar.
- ¡Ah coño! Joder pensaba que te referías a cualquier otra cosa.
- Yo me acuerdo cuanto tenía cuatro o cinco años y en el colegio nos peleábamos por el columpio.
- Sí, yo también hacia eso. Y si nos peleábamos por el, hacíamos una carrera y quien antes llegara, se lo quedaba.
Miro a mi amigo, a mi mejor amigo,  sentado a mi derecha, con los ojos vidriosos, emocionado, contento por lo que dice. Sus ojos marrones me miran fijamente y su boca me sonríe. Le sonrió y vuelvo a comer otro trozo de Flas.

-Y entonces Ben se convirtió en hombre de fuego y mató al malo. – Dos niños cercanos comentan la serie.
-Como me gustaría volver a tener cinco años. Ser una niña pequeña y no saber nada de los adultos.
-A mi también. Recuerdo cuando tenía siete u  ocho años. Había una serie tipo a los Power Rangers. Entonces yo me iba con Santiago, Alfonso… y todos esos. Claro nosotros nos quedábamos en el comedor y no la podíamos ver hasta por la tarde, así que Alfon el único que se quedaba a comer en su casa venia y nos lo contaba. Era nuestra favorita.
Suelto una pequeña risita al imaginarme a Alberto de pequeño. Debería haber sido un niño de lo más mono. Con unos ojos marrones preciosos y con los mofletes hinchaditos.
Sonrió.
-¿De que te ríes?
- Me estaba imaginando como eras de pequeño. Tendrías que ser muy mono.
-¡Pues claro! ¿No ves que todavía lo soy?
Y pone cara de niño bueno.
-¡Por supuesto! Como me gustaría volver a ser niña…
-Si, no tener preocupaciones ni nada por el estilo.
-Recuerdo que nos peleábamos con lo de mi padre es mas grande no el mío mas, y cosas de esas. Me gustaría volver a ser niña.
-Si encuentras la forma. ¡Avísame!
- Anda déjame tu móvil, que quiero ver tu música niño bueno. – Y mientras se saca el móvil de los vaqueros le doy con mi mano en su hombro, flojo, amistoso.
Me pongo a ver su música. Las canciones del mundial. Alguna de Pignoise. Mucho pachangueo. Un poco de Reggaeton. Y entonces encuentro una canción que me llama la atención.
-¿Como es que tienes esta canción en el móvil? ¿Tú no decías que Bisbal no te gustaba?
-Si pero Mi princesa, es diferente. Me pongo esa canción y lloro al recordar a Marta.
Marta, aquella niña que mi amigo esta enamorado de ella. Esa que le ha robado el corazón. ¡Para que luego digan que los chicos no son sentimentales! La mayoría no, pero Alberto tiene algo diferente. Es una de esas personas que muestran los sentimientos sin temor, y eso hace que sea mi amigo de verdad.
-Te enseño yo una que me recuerda  a Sergio. –Saco mi móvil y pongo la canción Cada vez. Alberto la escucha con atención. Termina y sigue sin decir nada. -¡eh! ¿Te ha comido la lengua el gato?
- No, pásamela. Joder esa me hace pensar más en ella.
Y seguimos así en el parque, mostrándonos canciones el uno al otro.
Siendo adolescente, no niños. Y viviendo con ello. Viviendo con la dificultad de la adolescencia y asumiendo la mayor de todas. El amor adolescente.